Comenzar de nuevo parece tan difícil, volteamos a nuestro alrededor y no encontramos salida pero ahí en lo más profundo del túnel, con una grabadora, bastón en mano y un pequeño bote para recolectar dinero en el metro, cada día Alejandro Pacheco Castillo porta la playera que lo caracteriza en las competencias paralímpicos de atletismo, con el sueño de seguir colocando con orgullo el nombre de México entre los primeros tres lugares de América Latina como hoy aparece.
La sencillez del atleta Pacheco va más allá de su vestir, impregna su alma, y las ganas de salir adelante: yo pierdo la vista a los 19 años e intente salir adelante tres años después y estaba encerrado en depresión, cuando salí encontré el deporte y me dio carácter. Ya que cualquiera que hace deporte es una persona más centrada, inteligente y sana con valores. Te abre muchas puertas el deporte, escuchas que es una persona deportista y dices es un buen ejemplo.
“Me gusta mi país, el estado que represento. Si tuviera creo todo no haría las cosas, yo creo que teniendo la dificultad y los obstáculos es cuando más aprecias y le echas ganas. Yo creo que si la tuviera más fácil no haría todo, ahorita lo hago por coraje y demostrar que lo voy a hacer.”
Hoy en día se encuentra en los vagones ya que no fue llamado para asistir en estos momentos con la selección, Alejandro con sus seis medallas internacionales, la primera obtenida en Sao Paulo, Brasil, con el primer lugar y tercero respectivamente en las pruebas de 800 metros y mil 500 metros en el año 2013, dijo “tienen preferencias y consentidos y yo por ser renuente o no querer entrar al juego se me castiga en ese aspecto”.
Sin duda, la independencia ha atraído al corredor muchos aprendizajes después de su separación con la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE) y la Federación Mexicana de Deporte para Ciegos y Débiles visuales, “ya no quise pertenecer a la federación porque hay mucha corrupción pero en el tiempo en que yo estuve como talento deportivo (...) te dan una beca mínima de dos mil pesos. Y es muy escasa para lo que ocupas, prefiero trabajar en el metro y me dedico a correr carreras largas con premiación, por ejemplo el Maratón de la Ciudad de México ya van dos años que lo corro, no es mucho la paga pero ese dinero lo vuelvo a invertir para mi deporte”aclaró el joven deportista.
Tocar puertas ha sido un camino difícil para el paralímpico como lo mencionó “prefiero conseguir patrocinadores privados e independientes, me ha ido mejor, me han apoyado más personas. Es difícil porque hay gastos grandes pero los tengo que solventar y lo he hecho durante tres años, estoy en buen tiempo, nunca he dejado de entrenar, y la gloria de saber que lo haces solo, es mi mayor motivación de demostrarle a la federación y al país que se puede pero sin apoyo. Como lo han logrado las personas que llegan hasta arriba, sin miedo nada más”.
Su forma de relatar su vida tan positiva inunda cada aspecto cruel que ha vivido en una oportunidad de aprendizaje Pacheco, relata lo difícil que es trabajar en el metro ya que ha sufrido agresiones y es algo que se enfrenta día a día. “Hace un año, aproximadamente por el cuatro de mayo quería trabajar en el metro de Bosque de Aragón y cómo es una mafia me golpearon entre 10 o 9 vendedores. Levante demanda pero el mismo gobierno está confabulado.
Debido a eso me salí de correr por esos golpes un mes, y después para mi selectivo de noviembre, me pasó nuevamente pero ahora con policías, me arrestan por trabajar en el metro y no me llevan a la delegación, me comienzan a dar una golpiza entre todos, me dejaron tirado y tardaron en localizarme. Pero si uno no sale es difícil, porque metí demanda y ni siquiera derechos humanos se mete, a nadie le importa la discapacidad, es algo bien cierto, difícil y feo.
Tocando mi brazo caminamos por metro Nopalera para dirigirnos a una pista, pero sin antes reafirmar Alejandro: porque una persona que no conoce que es la discapacidad y el respeto, es difícil para ambos ya que de ahí se derivan los roces entre la sociedad y la discapacidad. No es que nosotros, no nos adaptemos pero es que la sociedad no se puede adaptar a la discapacidad, siempre piensan en uno mismo. Y para nosotros es difícil enfrentarnos a ese trato.
Así también, el atleta enfrenta discriminación en el deporte ya que al ser T11 ( ciego total) es menor la probabilidad que lo elijan para llevarlo a pruebas internacionales, sólo lo logra si es muy bueno como en su caso, porque deben pagarle todos los servicios a él y a su acompañante a diferencia de los T12 (débil visual) y T-13 (problemas mínimos de visión).
La voz tranquila y su sonrisa de la mano conjugan un papel primordial para ver las bendiciones que la vida le ha dado al paralímpico, han sido bastantes después de caer por culpa de una intoxicación neurocerebral a causa de las drogas, y perder la vista a los 19 años de edad en Mérida, Yucatán. Regresó a la Ciudad de México para recibir otro punto de vista de los doctores, pero aquí encontraría un reencuentro con su familia, al deporte y sobre todo el nacimiento de su pequeño.
Sin duda cada día que entrena Pacheco es un momento para recobrar el amor, la confianza que su madre le brindó al convertirse en su orgullo, pese a su pérdida, este sueño de llegar tan lejos en el atletismo es de ambos, él cada día la tiene presente. Y así al mismo tiempo mencionó “para mi hijo también soy su orgullo, su motivación incluidos a mis sobrinos, ellos me presumen en la escuela, y es lo que quiero hacer dejar huella. No quiero que a mi hijo le hagan burla que su papá es discapacitado y quiero dejar lo mejor para él, que vea el esfuerzo que he hecho”.
Verlo correr por la pista tomado de una simple liga con su guía, explica la conexión que Alejandro tiene con cada uno sus guías que le han ayudado a llegar tan lejos como lo aclaró “ellos tienen la ilusión de apoyarnos al ver nuestro esfuerzo y talento. Trabajan con nosotros más con promesa. El apoyo es incondicional por amor al arte pero cuándo hay es para todos.”
Actualmente el atleta entrena en las instalaciones del deportivo de Chapultepec ubicadas en Mariano Escobedo, debido el desinterés por parte del gobierno al darle una calidad adecuada a las instalaciones del centro paralímpico, y argumentó“no están trabajando ni las instituciones, federaciones ni los centros paralímpicos, está todo hecho de cabeza”. A pesar de ello Alejandro no deja de trabajar para apoyar a otros atletas a que puedan entrenar con él en ese lugar.
Los sueños de Pacheco en conjunto con sus guías: Fidel Reyes, Juan Pablo, Jair, Itzel y Víctor Lorenzana, son salir victoriosos de las pruebas próximas como lo son Desert Challenge Games, en Arizona, así como correr en Cuernavaca en un selectivo que lo llevará directo a incorporarse a la selección mexicana que irá a los próximo juegos paralímpicos en Lima, Perú y así buscar una medalla que generé para todos esperanza.
Con el caminar despacio, nos dirigimos nuevamente al metro dónde ahí cada día su sueño cobra sentido, sin embargo no es cantar lo que lo motiva es correr pero sobre todo añadió así el atleta “quiero dejar huella, no pasar desapercibido, demostrar a mi familia, mi hijo y hermanos, que se puede a pesar de la discapacidad que fracasé una vez. Esta no es una limitación, la discapacidad es un regalo (…) demostrarles que una persona con discapacidad puede hacer las cosas, fue una enseñanza para mi familia y que puedes hacer más cosas y no sólo es vivir por vivir”.
Me despido, sin antes preguntarle ¿tienes algún otro proyecto de vida?
Uno de mis proyectos es hacer una institución ajena a CONADE pero con la intención de apoyar a los deportistas que van empezando. Porque si para los que ya tienen historial es difícil, aún más para los que comienzan. Lo he querido hacer con mis propios recursos, pero es complejo por los abogados y todo eso, pero es algo que quiero hacer, apoyar a la población que vive con mi discapacidad.
Nos despedimos con una sonrisa en el rostro y recuerdo en mi mente lo que me dijo “la mayoría del tiempo estoy contento y agradecido pero valorando todo día a día. Y trato de no reflejar enojo, porque eres lo que reflejas”.
Por: Estefania Belmonte Camacho
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