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Alegrías que se saborean hasta el alma

Los colores reflejados en aquella canasta de mimbre me remonta al numeroso cúmulo de tradiciones que hemos conservado como las fiestas patrias, vestuarios típicos así como la música y sobre todo la comida, aquella que guarda un enorme espacio en el corazón de todos los mexicanos, pero claro sin olvidarme del esfuerzo que hace la señora Ofelia Sánchez Esquivel , quién cada día produce y vende los famosos dulces típicos de nuestro país.


Por: Estefania Belmonte Camacho

Alegrías, amarantos, cocadas, palanquetas, entre otros nombres son reflejo de la personalidad que transmitimos alrededor del mundo como mexicanos, los cuales aluden a nuestro gran sentido del humor, buenos anfitriones y sobre todo capaces de hacer las cosas. La clave para que Ofelia desarrollará este talento , fue gracias a su intelecto: aprendiendo se echan a perder las cosas, pero aprende uno.


Las leyendas pasan de generación en generación así como La llorona o el El Charro negro como las más conocidas en México, pero la señora Sánchez pasará a la historia en su familia por ser la precursora de enseñar este bello y delicioso oficio a toda su familia, después de dejar su pueblo, una comunidad mazahua en Toluca, actualmente a treinta años después su mamá, hermanas, y ahora también su hija, se dedican a esto.



Por: Estefania Belmonte Camacho

“Nosotros comenzamos haciendo la palanqueta con azúcar, lo extendemos con un rodillo y comenzamos a cortar, pero ya después mi esposo comenzó a hacerlo y de ahí todos” aclaró efusiva Ofelia.


Entre las estaciones del Sistema de Transporte Colectivo (metro) que está distribuida la familia de la señora Sánchez se encuentran: División del Norte, Coyoacán y ella ubicada en Etiopía. Las dificultades que enfrenta más allá de la competencia del producto, es la seguridad debido a que los policías intentan desalojarlos constantemente puesto que añadió “yo tengo que pagar la multa de doscientos pesos venda o no venda, si ellos vienen y me quieren llevar”.


Por: Estefania Belmonte Camacho

Con la mirada en cada producto y en su mano derecha una palanqueta de nuez, sin dejar de platicar pero con la intención de no me fuera con las manos vacías, me explicó “este producto nadie lo vende, lo venden en la Merced pero no así como la de nosotros, y en lugar de meterle ajonjolí ellos le meten arroz inflado y esto es pura nuez original y todo está hecha con miel”.


Las ganas de probar su producto fueron evidentes en mi, así que ella prosiguió “ya que está cosida la miel, que ya está medio espesito, queda macizo ahora si está listo para prepararlas, igual las obleas, para nosotros es más difícil porque tenemos que estar alrededor de cuatro personas para cortarlas y otros meterlas en la bolsa”.



Por: Estefania Belmonte Camacho


Su rostro asoleado y su mirada cansada, despertaron en mí el preguntarle ¿desde a qué hora se pone?


Varía señorita, ahorita que acabo de llegar y que tengo mucho harta mercancía mañana tengo que madrugar, salgo a las cinco y media de la mañana y estoy aquí ya instalada a las seis pero me quito hasta las nueve de la noche.





Alrededor de diez personas se acercaron para comprarle en ese momento que permanecía con ella, y antes de preguntarle mencionó “Bendito sea Dios si se vende, pa`que voy a decir que no, como ya me conocen mis clientas, ya vendo y también hago pedidos”.


Con su sonrisa, se alegró al platicarme sobre un pedido que le hicieron de doscientas obleas, para una fiesta. Y si bien ella es su mejor compradora al comerse todo lo que se quiebra, no dejó de decirme “estas obleas son sabor de arándano, nadie vende de estas, yo porque las trabajo y las hago”.

Al momento de tomar mis palanquetas y gomitas, un niño Dios se asomaba, y ella prosiguió: ese niño Dios me lo regalaron, antes iba a ranchear en el Reclusorio Norte y una señora que también vendía ahí me lo regaló. Es el niño cacahuate y luego hablo con él, le digo, ¡ayúdame a vender los cacahuates!


Por: Estefania Belmonte Camacho

Me despido agradecida por esa gran plática que me permitió tener sin antes hacer el pedido de aquellas canastas llenas de dulces mexicanos, de las cuales le pone muy contenta hablar y elogiar, y la señora Sánchez, no dejó pasar la oportunidad de pedirme que la recomiende ya que es su trabajo y día a día busca salir adelante.



Por: Estefania Belmonte Camacho



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